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Kalima

Desnudas en cuerpo y alma

El invierno había llegado a la ciudad sin avisar, un viento helado soplaba por las calles desiertas de Madrid. No se escuchaba ni un solo ruido en la calle, parecía que la ciudad dormía bajo un manto de estrellas.

Ana estaba en la cama leyendo un libro, ya era tarde, la luz de la luna entraba por la ventana de la habitación, una habitación que a menudo le resultaba vacía, la soledad inundaba cada uno de los rincones, se desprendía por las paredes contagiando toda la estancia. Así se sentía ella últimamente, SOLA, necesitaba algo y en el fondo sabia muy bien lo que era, pero no parecía que fuera a conseguirlo esa noche, así q cerro el libro despacio, se incorporo un poco y lo dejo en la mesilla colocado meticulosamente al lado de la lamparita, tal y como hacia cada noche antes de irse a dormir.
Se levanto de la cama y se acerco a la ventana, miro a través de ella, se centro en la calle que bajaba hasta su portal y se quedo observando con la mirada perdida.
Bego, su compañera de piso ya debería haber llegado, pero llamo por la tarde y dijo que iría a una cena con los compañeros de trabajo, así que seguramente se habría entretenido charlando con alguien o lo que era peor, igual había conocido a alguien especial no aparecería en toda la noche. Estos pensamientos atormentaban a Ana sin cesar, hacia mucho tiempo ya que había asumido que para ella, Bego, era mas que una compañera de piso, más que una amiga, poco a poco le había robado el corazón y ana simplemente se lo había regalado sin tener en cuenta las consecuencias, la amaba, le había costado asumirlo al principio, pero amaba a esa chica con toda su alma. Desgraciadamente, Ana sabia que aquella chica que le robaba el sueño nunca sentiría lo mismo por ella, la quería mucho, eran muy amigas, pero nunca había tenido un gesto hacia ella que le indujera a pensar que su amistad pudiera ser algo más.
Con el tiempo Ana se había resignado a ser solamente su amiga incondicional, a conformarse con las sonrisas, con alguna que otra caricia despistada, en fin, sabia que nunca sería suya, pero la idea de alejarse para siempre de ella se le hacia todavía mas terrible.

Ana seguía de pie frente a la ventana, mirando fijamente a través de ella, estaba tan absorta en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que Bego ya había llegado y la observaba desde hacia rato desde el quicio de la puerta de la habitación.

- Hola Ana – dijo Bego casi en un susurro.

Ana se giró sobresaltada y miro a Bego directamente a los ojos, sus miradas se cruzaron y de repente pareció que el mundo se había parado bajo sus pies.

- Hola Bego, yo…no te oí llegar – dijo Ana tartamudeando un poco he intentando sobreponerse al K.O. técnico que le provocaba la mirada de su amiga.

Había un brillo especial en los ojos de Bego, algo que Ana nunca había visto, una especie de chispa que reflejaba algo especial, ternura, cariño, miedo y si no la hubiera conocido como la conocía, hubiera pensado que hasta deseo, pero no, tenia que desechar esos pensamientos absurdos de su cabeza, Bego no la amaba y nunca lo haría, y tenia que asumir las cosas tal y como eran.

De pronto Bego se acercó a Ana sin apartar su mirada, sus ojos se clavaban en los de su amiga como fundiéndose a fuego. Despacio, llego hasta donde estaba Ana que no se había movido ni un palmo de donde se encontraba. Levanto la mano suavemente, acaricio la mejilla de Ana rozándola suavemente con el dorso de la mano y descendió por su brazo hasta agarrar la mano de su amiga.

- Ana tengo que decirte algo y te agradecería que no me interrumpieras hasta que acabe porque si no se si tendré fuerzas para terminar –dijo Bego armándose de valor y sin dejar de perderse en los ojos de su compañera.- Llevo mucho tiempo callada, intentando adivinar porque no encuentro a la persona que pase el resto de mi vida a mi lado, y la respuesta estaba mas cerca de lo que yo pensaba. Ana no busco a nadie que lo haga, ni siquiera lo intento, y ¿sabes por que?

Ana abrió un poco la boca para decir algo, pero dos dedos se posaron delicadamente sobre sus labios sin dejar de agarrar la mano de su compañera.

- Sshhhhss, déjame terminar por favor

Ana asintió con la cabeza

- No busco a esa persona especial porque ya la he encontrado y soy tan necia y tan ciega que no me había dado cuenta – Bego cogió aire lentamente y prosiguió – TE AMO…( los ojos de Ana se abrieron como platos, no se lo podía creer, no podía ser verdad que todos sus deseos se tornaran realidad de repente en esa frase) Te amo con toda mi alma, te has metido dentro de mi vida sin darme apenas cuenta y la has llenado de luz, has pintado cada rincón con tus sonrisas y ya no puedo ni quiero permitir que salgas de mi vida nunca mas. Te amo y sin duda en esas palabras no cabe ni la cuarta parte de lo que siento por ti.

Bego se quedo callada, todo quedo en silencio, solo se oía el viento golpear contra los cristales de vez en cuando. Una sonrisa se dibujó en la cara de Ana, apretó la mano de Bego con fuerza y con la otra mano acaricio su rostro.

- Yo también TE AMO, mas que a mi vida, de hecho eres mi vida desde hace mucho tiempo. No dejo de pensar en ti a cada instante, necesito tu vida para vivir, necesito tu aire para respirar y necesito tu presencia para saber que existo. Tú me completas, me elevas del suelo, me haces reír y llorar, caer y remontar el vuelo, eres la luz de mi existencia, ¿no te das cuenta?

Ana se acerco lentamente a Bego, sin dejar de mirarla, el deseo palpitaba en los ojos de cada una y se expandía por toda la habitación, sus bocas estaba a escasos milímetros la una de la otra y poco a poco se fundieron en un beso que cada vez se hacia mas profundo. Ana atrapaba los labios de Bego con los suyos, abría su boca lentamente y acariciaba el borde de los labios con su lengua, dibujándolos despacio, el deseo corría por las venas de ambas, sus lenguas se enredaban sin parar en una danza que parecía que nunca iba a acabar.

Lentamente se tumbaron en la cama, Ana la recostó despacio mientras se ponía con cuidado encima de ella, le quitó la camisa, despacio, con ternura, con cada botón que desabrochaba acariciaba suavemente la piel que quedaba al descubierto, primero con sus manos, luego con su lengua, dejando un rastro de besos que erizaban la piel de su amante a su paso. Finalmente se deshizo de la camisa y prosiguió con los pantalones, estos se los quito más rápido, quería ser cuidadosa y delicada pero el deseo era más fuerte que ella y los gemidos de Bego le indicaban que iba por buen camino. Le quito los pantalones acariciando cada milímetro de piel que dejaba a su paso.
Ahora Bego tomo las riendas, se giro hasta quedar encima de Ana y la desnudo rápidamente, su piel ardía en deseo, necesitaba el contacto con su amante. Pronto las dos estaban desnudas, sus cuerpos se rozaban fundiéndose en uno, se besaban sin parar, se devoraban, sus lenguas se tocaban, se fundían, Ana bajo lentamente acariciando con los labios el cuello de su amiga, besándolo, siguió despacio por la clavícula hasta llegar a su pecho, lo rodeo con su lengua, lo dibujaba, hacia circulitos con la punta de la lengua alrededor del pezón. La respiración de Bego se agitaba cada vez mas, atrapo el pezón con sus labios, lo chupaba, lo succionaba, jugaba con el mientras Bego se estremecía. Sin dejar de lamer sus pechos, Ana bajó sus manos acariciando lentamente el costado de su compañera, la agarro por las caderas levantándolas un poquito y descendió con su boca por la tripa lamiendo cada rincón de piel dejando un camino de besos que hacían aumentar los gemidos, el deseo, el placer. Llegó al ombligo, lo lamió, metió su lengua dentro y siguió bajando, las manos por los muslos acariciándolos hasta las rodillas y le abrió las piernas de golpe, metió la cabeza entre ellas y comenzó a lamer sin parar el sexo de su amante, primero lo rodeo con su lengua, la paso por su rajita, la penetró despacio y luego subió un poco hasta atrapar el clítoris con sus labios. Bego arqueó la espalda, estaba totalmente perdida, sentía como el fuego del deseo corría por sus venas, sólo podía sentir el calor de la boca de Ana, el tacto de su lengua, en ese momento Ana se incorporó un poco y entrelazo sus piernas con las de ella hasta que sus centros se tocaron, se fundieron en uno. Sus caderas se movían sin parar, sus centros rozaban el uno contra el otro empapándose mutuamente, las manos de ambas acariciaban cada rincón del cuerpo de la otra como locas, el deseo crecía sin limites, los gemidos volaban por toda la habitación, hasta que las dos estallaron en un orgasmo que sensibilizo aun más cada poro de la piel, cada centímetro de su alma.

Las dos cayeron rendidas, sus cuerpos se desplomaron el uno sobre el otro y así las encontró el amanecer, desnudas en cuerpo y alma.

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